viernes, 15 de junio de 2012

Entretanto, había conseguido el libro verde del Ché. Y entretanto, porque todo lo que hace no es sólo lo que hace sino lo que estima que hace, piensa que hace, y se sugiere no hacer. Y al tiempo que la contratapa cumple su función de contratapa, ella cumple su función de seductora que juega en la inocencia de una cama que ya no es cama es sillón, para ser una silla, que no es silla sino en la necesidad de su imaginación. Y una vez abierto el libro, una vez abierta su cabeza, y una vez, abierta ella con el libro, no solo era el Ché sino Neruda, sino Guillén y otros tantos, que como tantos otros, le hablan a ellas de amor o le hablan a tantas otras que otra vez,el amor, no es el amor. Y pensando en el libro verde, y en la tiranía macabro-perversa de su cerebro cuando este de golpe, golpea el estado de su ser, se acordó de que no hay tesis sin antítesis, porque la síntesis puede darnos, aunque sea, algo parecido a una explicación. Y así de simple, tan complejo que le faltan muchos más libros, muchos más sueños y más que palabras para entender que al mundo se lo resuelve dialécticamente, primero de a uno después de a dos.

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